El barbo: ¿Un pez de segunda clase?
Santiago Rello. Soria
Llegó el mes de abril y, por fin, se puso en marcha una nueva temporada de la trucha. Se completaban así todas las posibilidades en el amplio repertorio de especies pescables en los distintos cursos de agua de la provincia de Soria. En estos momentos, al haberse abierto también este mes a la pesca la mitad del embalse de Monteagudo de las Vicarías tras establecerse su nuevo calendario de veda, los aficionados pueden optar entre las codiciadas truchas, las voraces luciopercas, los irracionales 'basses', las imprevisibles carpas o...los 'despreciados' barbos.
El barbo, especialmente abundante en el río Duero, aunque también está presente en otros cursos fluviales sorianos, sigue manteniendo una inmerecida etiqueta de 'pez de segunda clase' entre muchos pescadores. Ensimismados con la imagen de la trucha, especie a la que se sigue considerando la más 'inteligente' y difícil de capturar; o atraídos por la posibilidad de degustar la sabrosa carne de la lucioperca, última (¿?) y llamativa especie en llegar a las aguas de la provincia, son muchos los que apenas dedican alguna jornada a la pesca del barbo, un pez autóctono que empiezan a valorar cada vez más los pescadores foráneos que llegan España sin conocer su existencia.
Es el caso de los pescadores norteamericanos. Revistas especializadas han puesto de manifiesto en varias ocasiones el interés que algunos de estos aficionados (e, incluso, profesionales de la pesca en su país) han mostrado por nuestros 'vulgares' barbos cuanto han tenido la suerte de disfrutar con su pelea al otro lado del hilo. Tal ha sido la sorpresa al descubrir esta singular especie piscícola que no han dudado en rebautizarla, coloquialmente hablando, como 'pez toro' por la bravura con la que luchan cuando se sienten prendidos por el anzuelo.
En cambio, en España, y salvo contadas excepciones, el barbo sigue estando considerado por la mayoría de pescadores como un pez sin demasiado interés, puede que por la escasa calidad de su carne (despreciada por la gran cantidad de espinas que tiene). Pero, ¿y su calidad deportiva? En estos momentos, en los que cada vez son más los aficionados que practican la pesca sin muerte, y a los que no les interesa para nada el sabor de la carne de sus capturas, sencillamente porque devuelven los peces con vida al agua nada más desanzuelarlos, el barbo debería subir enteros en el escalafón de especies de interés, sobre todo por la pelea tan digna que ofrece al pescador una vez capturado.
Además, no hay que olvidar que esta especie tiene una serie de puntos a su favor a la hora de compararla con otras de las que se pueden pescar en la provincia de Soria. Por ejemplo, y si se compara con la trucha, el barbo, por su relativa abundancia, no tiene establecida actualmente ninguna época de veda, lo que implica que se puede pescar durante todo el año en numerosos puntos de la provincia. Todo un aliciente para quienes se niegan a guardar la caña en el trastero durante los ocho meses que dura la veda de la trucha.
Otro aspecto a tener en cuenta es que es un pez que se encuentra ampliamente repartido por geografía soriana, no como la lucioperca, por ejemplo, que tiene su escenario principal, aunque ya no único, en el pantano de La Cuerda del Pozo; o el black bass, que mantiene una única población en el embalse de Monteagudo. El río Duero, a lo largo de todo su recorrido por la provincia, ofrece la posibilidad de lograr buenas y numerosas capturas.
Esos serían otros dos matices a destacar: su presencia abundante y su apreciable tamaño medio. En este sentido, cabe señalar que el barbo, pese a los numerosos problemas (contaminación, sequía, introducción de especies alóctonas...etc) que siguen amenazando a los ríos y embalses de la provincia, mantiene actualmente un buen volumen de población, lo que, acertando con el cebo adecuado en cada momento, ofrece al pescador la posibilidad de hacer buenas pescatas. En cuanto al tamaño, e insistiendo en la necesidad de acertar en cada momento con el cebo más apropiado, los barbos que se pueden capturar hoy en día en la provincia de Soria llegan a alcanzar con relativa frecuencia los dos kilos, no siendo extraño clavar piezas que sobrepasen ese peso. Cierto es que no se puede establecer una comparación con los ejemplares de barbo comizo, especie presente en ríos de otras provincias de España que superan con creces esos tamaños y puede pasar de los 12 o 14 kilos, pero también en este sentido supera las posibilidades de captura que ofrecen las truchas, cada vez más escasas y de menor tamaño.
A todos esos factores, que dan un atractivo especial a la pesca del barbo, hay que añadir, además, el hecho de que es una especie que ofrece notables garantías de éxito a cualquier tipo de aficionado, no como la trucha, que puede considerarse un pez más 'exigente' y para el que pueden hacer falta un mínimo de conocimientos. El barbo, en cambio, es el pez con el que se inician en el mundo de la pesca muchos neófitos en la materia, pudiendo capturarse sin demasiados problemas con el sistema más tradicional de pesca: caña, carrete con hilo, corcho y lombriz en el anzuelo.
Partiendo de esa base tan simple, que permite practicar este deporte tanto a niños apenas iniciados como a veteranos con muchos años a sus espaldas, lo demás son ganas de complicarse la vida todo lo que uno quiera, pudiendo elegir los más variados y modernos sistemas de pesca y técnicas infinitamente depuradas, empleando, por ejemplo, una amplia variedad de engodos de distintas consistencias y sabores.
Aún así, tres son las técnicas que, tradicionalmente, se vienen empleando para la captura de buenos barbos: la pesca a fondo, empleando la cola de cangrejo como cebo para conseguir los ejemplares de mayor tamaño; la pesca con corcho y lombriz, realmente efectiva en aquellos momentos en los que el cauce del río esté crecido por las fuertes lluvias; y la pesca, también con corcho, pero con ova como cebo, cuando ésta esté presente en el curso en el que se vaya a pescar, garantía de éxito para engañar también a peces grandes.
Una alternativa más sería la pesca con mosca, en este caso con ahogadas o ninfas, pero la turbidez del agua, especialmente en el tramo bajo del Duero, convierte la captura de barbos con esta técnica en una lotería. Así como en otros ríos, de aguas transparentes, se pueden pescar con mosca 'a pez visto', lo que eleva considerablemente las posibilidades de éxito, en el caso de enfrentarse a aguas turbias, el aficionado no tendrá otra opción que pescar 'al agua', complicándose mucho las opciones.
Llegó el mes de abril y, por fin, se puso en marcha una nueva temporada de la trucha. Se completaban así todas las posibilidades en el amplio repertorio de especies pescables en los distintos cursos de agua de la provincia de Soria. En estos momentos, al haberse abierto también este mes a la pesca la mitad del embalse de Monteagudo de las Vicarías tras establecerse su nuevo calendario de veda, los aficionados pueden optar entre las codiciadas truchas, las voraces luciopercas, los irracionales 'basses', las imprevisibles carpas o...los 'despreciados' barbos.
El barbo, especialmente abundante en el río Duero, aunque también está presente en otros cursos fluviales sorianos, sigue manteniendo una inmerecida etiqueta de 'pez de segunda clase' entre muchos pescadores. Ensimismados con la imagen de la trucha, especie a la que se sigue considerando la más 'inteligente' y difícil de capturar; o atraídos por la posibilidad de degustar la sabrosa carne de la lucioperca, última (¿?) y llamativa especie en llegar a las aguas de la provincia, son muchos los que apenas dedican alguna jornada a la pesca del barbo, un pez autóctono que empiezan a valorar cada vez más los pescadores foráneos que llegan España sin conocer su existencia.
Es el caso de los pescadores norteamericanos. Revistas especializadas han puesto de manifiesto en varias ocasiones el interés que algunos de estos aficionados (e, incluso, profesionales de la pesca en su país) han mostrado por nuestros 'vulgares' barbos cuanto han tenido la suerte de disfrutar con su pelea al otro lado del hilo. Tal ha sido la sorpresa al descubrir esta singular especie piscícola que no han dudado en rebautizarla, coloquialmente hablando, como 'pez toro' por la bravura con la que luchan cuando se sienten prendidos por el anzuelo.
En cambio, en España, y salvo contadas excepciones, el barbo sigue estando considerado por la mayoría de pescadores como un pez sin demasiado interés, puede que por la escasa calidad de su carne (despreciada por la gran cantidad de espinas que tiene). Pero, ¿y su calidad deportiva? En estos momentos, en los que cada vez son más los aficionados que practican la pesca sin muerte, y a los que no les interesa para nada el sabor de la carne de sus capturas, sencillamente porque devuelven los peces con vida al agua nada más desanzuelarlos, el barbo debería subir enteros en el escalafón de especies de interés, sobre todo por la pelea tan digna que ofrece al pescador una vez capturado.
Además, no hay que olvidar que esta especie tiene una serie de puntos a su favor a la hora de compararla con otras de las que se pueden pescar en la provincia de Soria. Por ejemplo, y si se compara con la trucha, el barbo, por su relativa abundancia, no tiene establecida actualmente ninguna época de veda, lo que implica que se puede pescar durante todo el año en numerosos puntos de la provincia. Todo un aliciente para quienes se niegan a guardar la caña en el trastero durante los ocho meses que dura la veda de la trucha.
Otro aspecto a tener en cuenta es que es un pez que se encuentra ampliamente repartido por geografía soriana, no como la lucioperca, por ejemplo, que tiene su escenario principal, aunque ya no único, en el pantano de La Cuerda del Pozo; o el black bass, que mantiene una única población en el embalse de Monteagudo. El río Duero, a lo largo de todo su recorrido por la provincia, ofrece la posibilidad de lograr buenas y numerosas capturas.
Esos serían otros dos matices a destacar: su presencia abundante y su apreciable tamaño medio. En este sentido, cabe señalar que el barbo, pese a los numerosos problemas (contaminación, sequía, introducción de especies alóctonas...etc) que siguen amenazando a los ríos y embalses de la provincia, mantiene actualmente un buen volumen de población, lo que, acertando con el cebo adecuado en cada momento, ofrece al pescador la posibilidad de hacer buenas pescatas. En cuanto al tamaño, e insistiendo en la necesidad de acertar en cada momento con el cebo más apropiado, los barbos que se pueden capturar hoy en día en la provincia de Soria llegan a alcanzar con relativa frecuencia los dos kilos, no siendo extraño clavar piezas que sobrepasen ese peso. Cierto es que no se puede establecer una comparación con los ejemplares de barbo comizo, especie presente en ríos de otras provincias de España que superan con creces esos tamaños y puede pasar de los 12 o 14 kilos, pero también en este sentido supera las posibilidades de captura que ofrecen las truchas, cada vez más escasas y de menor tamaño.
A todos esos factores, que dan un atractivo especial a la pesca del barbo, hay que añadir, además, el hecho de que es una especie que ofrece notables garantías de éxito a cualquier tipo de aficionado, no como la trucha, que puede considerarse un pez más 'exigente' y para el que pueden hacer falta un mínimo de conocimientos. El barbo, en cambio, es el pez con el que se inician en el mundo de la pesca muchos neófitos en la materia, pudiendo capturarse sin demasiados problemas con el sistema más tradicional de pesca: caña, carrete con hilo, corcho y lombriz en el anzuelo.
Partiendo de esa base tan simple, que permite practicar este deporte tanto a niños apenas iniciados como a veteranos con muchos años a sus espaldas, lo demás son ganas de complicarse la vida todo lo que uno quiera, pudiendo elegir los más variados y modernos sistemas de pesca y técnicas infinitamente depuradas, empleando, por ejemplo, una amplia variedad de engodos de distintas consistencias y sabores.
Aún así, tres son las técnicas que, tradicionalmente, se vienen empleando para la captura de buenos barbos: la pesca a fondo, empleando la cola de cangrejo como cebo para conseguir los ejemplares de mayor tamaño; la pesca con corcho y lombriz, realmente efectiva en aquellos momentos en los que el cauce del río esté crecido por las fuertes lluvias; y la pesca, también con corcho, pero con ova como cebo, cuando ésta esté presente en el curso en el que se vaya a pescar, garantía de éxito para engañar también a peces grandes.
Una alternativa más sería la pesca con mosca, en este caso con ahogadas o ninfas, pero la turbidez del agua, especialmente en el tramo bajo del Duero, convierte la captura de barbos con esta técnica en una lotería. Así como en otros ríos, de aguas transparentes, se pueden pescar con mosca 'a pez visto', lo que eleva considerablemente las posibilidades de éxito, en el caso de enfrentarse a aguas turbias, el aficionado no tendrá otra opción que pescar 'al agua', complicándose mucho las opciones.